Orozco pintó uno de los murales públicos más icónicos de México, que desafió directamente a instituciones veneradas. Su formidable pintura del Padre Hidalgo, el “George Washington de la Independencia Mexicana”, representaba al líder como un profeta empuñando una espada que “purificaba el mundo con derramamiento de sangre”. La obra muestra el estilo inquebrantable de Orozco, caracterizado por ángulos afilados y una intensidad sin compromisos.