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Cómo el catolicismo forjó la justicia social de César Chávez

No cabe duda de que César Chávez es la figura histórica más reconocida de la historia de los latinos en Estados Unidos. 

Convención Demócrata en Nueva York, 14 de julio de 1976. César Chávez en el podio, nominando al Gdor. Brown. Biblioteca del Congreso. 

Existe una buena razón para esto. Chávez ocupa un lugar importante en la historia de Estados Unidos. Como líder de la lucha de los trabajadores agrícolas por la sindicalización y la dignidad a partir de la década de 1960, Chávez logró lo que nunca se había hecho. Organizó con éxito a los trabajadores agrícolas (principalmente mexicanos y filipinos) y consiguió contratos laborales históricos con los grandes agricultores del valle de San Joaquín, en California. Al mismo tiempo, Chávez inspiró y alentó las luchas por los derechos civiles del Movimiento Chicano en todo el Suroeste y el Medio Oeste. 

En muchos sentidos, Chávez fue el padrino del Movimiento Chicano, el mayor y más extendido movimiento por los derechos civiles de los mexicanoamericanos en la historia de Estados Unidos. 

Aunque muchos han escrito sobre las cualidades y habilidades de liderazgo de César Chávez, desafortunadamente, estos escritores e historiadores han pasado por alto un elemento crucial de este liderazgo. Han ignorado la marcada devoción religiosa y espiritualidad de Chávez. Fue un organizador brillante, pero estaba fuertemente motivado a expresar su liderazgo por su fe, su fe católica. La naturaleza espiritual de Chávez comenzó con la influencia de su abuela y su madre, que les enseñaron a él y a sus hermanos a no herir nunca a nadie, especialmente físicamente. Es lo que algunos denominan teología de la abuelita o teología de las abuelas. No se hace daño a otro ser humano porque es hijo de Dios. César Chávez ampliaría lo que aprendió de sus matriarcas para incluir otros aspectos de su fe y espiritualidad. Esto incluye lo siguiente: 

Chávez creía en el poder de su fe católica. 

El catolicismo le inspiró a hacer el bien a los demás. Dijo: “Creo que hay tres elementos en mi fe. Somos Dios, yo y mi hermano. Soy tradicional. Soy un católico tradicional. Voy a la iglesia regularmente y lo hago fielmente… Pero además de eso, también tengo lo que considero una religión renovadora. Salgo y hago cosas. Eso es lo que creo que es una fe verdadera, y eso es lo que creo que Cristo realmente nos enseñó: salir a hacer algo. Podemos repasar Su sermón [Sermón de la montaña] y está muy claro lo que quiere que hagamos: vestir al desnudo, dar de comer al hambriento y dar de beber al sediento. Son cosas muy sencillas y eso es lo que tenemos que hacer”. 

Chávez luchó por la dignidad humana de los trabajadores agrícolas y otras personas que sufrían un trato inhumano. 

Sobre esto declaró: “Nunca debemos olvidar que el elemento humano es lo más importante que tenemos; si nos alejamos de esto, seguramente fracasaremos”. La dignidad humana es muy importante para los pobres, quienes no reciben ese trato. Sobre los pobres, Chávez añadió: “Es más que un sindicato (UFW) tal como lo conocemos hoy lo que tenemos que construir. Es el movimiento de los pobres… Sabemos que nuestra causa es justa, que la historia es el relato de revolución social y que los pobres deben heredar la tierra”. 

La abnegación estaba muy presente en el liderazgo de Chávez. 

Principalmente él tuvo que sacrificarse por los demás. “Cuando somos realmente honestos con nosotros mismos, debemos admitir que nuestras vidas son lo único que realmente nos pertenece”, confesó. “Así que es la forma en que utilizamos nuestras vidas lo que determina qué clase de personas somos. Creo profundamente que la vida solo se encuentra dando la vida. Estoy convencido de que el acto de valor más verdadero, el acto de humanidad más fuerte, es sacrificarnos por los demás en una lucha totalmente no violenta por la justicia”. 

Por supuesto, la no violencia formaba parte de la fe de Chávez por la que es más conocido. 

Chávez reconoció que la no violencia no era fácil, especialmente para los hombres. Comentó de forma reveladora: “No soy un hombre no violento. Soy un hombre violento que intenta ser no violento”. Chávez hablaba a menudo de la no violencia. Sin embargo, para él, la no violencia era más que una táctica: era una forma de vida. Pero la no violencia no significaba dar la otra mejilla o ser pasivo. Chávez creía en lo que llamaba “no violencia militante”. La no violencia exigía ser activo y luchar por los derechos y la dignidad. Significaba ir a la huelga y hacer piquetes. “La no violencia es más poderosa que la violencia”, sentenció Chávez. “Estamos convencidos de que la no violencia sirve de apoyo si se tiene una causa justa y moral. La no violencia da la oportunidad de mantenerse a la ofensiva, lo que es de vital importancia para ganar cualquier batalla”. 

César Chávez luchó por la justicia social para los trabajadores agrícolas y otras personas desfavorecidas, pero era una justicia social impregnada por su fe. 

Declaró: “Si voy a salvar mi alma, será a través de la lucha por la justicia social”. Y añadió: “Buscamos los derechos básicos que Dios nos ha dado como seres humanos. Porque hemos sufrido y no tenemos miedo a sufrir: para sobrevivir estamos dispuestos a dejarlo todo, incluso la vida, en nuestra lucha por la justicia social”. 

No cabe duda de que la fe y la espiritualidad influyeron en el liderazgo de César Chávez. Debemos empezar por aquí para comprender al hombre y su causa. Chávez lo dijo todo cuando se le preguntó, tras muchos años de lucha por los derechos y la dignidad de los trabajadores del campo, qué le motivaba a continuar la lucha. Chávez respondió de forma reveladora: 

“Hoy no creo que pueda basar mi voluntad de lucha en la economía frívola o en alguna doctrina política. No creo que tenga sustento suficiente. Para mí la base debe ser la fe”. 

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Mario T. García 

Mario T. García es profesor distinguido de Estudios Chicanos y Chicanas en la UC Santa Barbara y editor de “El Evangelio de César Chávez: Mi fe en acción” (The Gospel of César Chávez: My Faith In Action). 

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